¿Qué es la microbiota?
Antes de meternos en cómo podemos mejorarla hay que entender de qué estamos hablando cuando nos referimos a la microbiota, más comúnmente conocida como «flora intestinal». Básicamente es el conjunto de bacterias que colonizan principalmente la piel, el aparato digestivo y el genital. Esas bacterias colonizan nuestro organismo desde el vientre materno, pero se sigue desarrollando continuamente, por lo que su composición va a ser diferente en función de la etapa vital en la que nos encontremos. Esta microbiota está en constante estudio y se han identificado distintos factores que pueden modificarla o intervenir en ella, por lo que en este post vamos a centrarnos en dos conceptos que pueden ayudar a que la modifiquemos de forma beneficiosa: Los probióticos y los prebióticos.
PROBIÓTICOS
Cuando hablamos de probióticos nos estamos refiriendo a aquellos microorganismos vivos que permanecen activos en el intestino en cantidad suficiente como para alterar la microbiota intestinal y que consumidos en cantidades suficientes ejercen una acción beneficiosa en nuestro organismo y nuestra salud.
Entre los efectos beneficiosos de los probióticos destacan la exclusión de patógenos, facilitar la digestión de algunos compuestos de la dieta como es el caso de la fibra, mejorar la función de la barrera intestinal y la producción de sustancias beneficiosas y necesarias para nuestro organismo como algunas vitaminas (K, B12, otras del grupo B, etc), neurotransmisores, ácidos grasos de cadena corta…
Algunos ejemplos de alimentos probióticos son: Principalmente alimentos fermentados como el kéfir, el yogur, la kombucha, el tempeh, el chucrut, el kimchi, encurtidos y miso. También se podrían consumir probióticos en forma de suplemento de forma específica para algunas patologías.
PREBIÓTICOS
Los prebióticos son esa “comida” que necesitan los microorganismos para crecer y desempeñar sus funciones. Así pues, con los probióticos recolonizamos nuestra microbiota con bacterias beneficiosas y con los prebióticos les damos de comer (su inclusión en nuestro día a día puede ayudar a que un tratamiento con probióticos sea más eficaz). Es algo parecido a lo que ocurriría en un jardín, pues no solo es necesario plantar las flores, sino también abonarlas y regarlas.
De forma más científica, se definen como compuestos no digeribles por el ser humano que están presentes en la dieta de forma natural y se encargan de estimular el crecimiento y/o la actividad de las “bacterias buenas” de nuestra microbiota.
Algunos ejemplos son los cereales integrales, la banana o el plátano macho, la avena, las legumbres, el ajo, la cebolla, entre otros vegetales.
Entonces, ¿qué beneficios tienen sobre la microbiota?
Es importante primero saber algunas de las funciones que tiene la microbiota, que son: Defensa contra las bacterias patógenas, mantenimiento del sistema inmunitario, regulación del metabolismo y el balance energético, digestión de algunos componentes no digeribles por el humano, producción de vitaminas y regulación de la secreción de neurotransmisores intestinales, insulina y otros compuestos fundamentales para procesos vitales.
Cuando se produce una alteración de la microbiota (disbiosis) existiendo un desequilibrio entre las distintas cepas bacterianas estas funciones no se desempeñan correctamente y el organismo se ve afectado por lo que puede haber un mayor riesgo de infección, trastornos digestivos, enfermedades autoinmunes, obesidad, diabetes, algunos tipos de cáncer, etc.
Uno de los factores desencadenantes de esa disbiosis puede ser llevar una alimentación poco equilibrada, que sea baja en alimentos de origen vegetal y en fibra. Por tanto, la dieta es fundamental para modular la microbiota, de tal forma que tanto los probióticos como los prebióticos aportan grandes beneficios para esta y puede ayudarnos tanto a la prevención de enfermedades y trastornos digestivos como al tratamiento de estos.