Cuando hablamos de SALUD DIGESTIVA, nos referimos a un correcto funcionamiento del sistema digestivo, con un buen tránsito intestinal y una microbiota equilibrada.
La principal función del sistema digestivo es procesar los alimentos que comemos. Para obtener los nutrientes y la energía que necesitamos en nuestra actividad diaria, así como secretar las enzimas y garantizar un equilibrio entre los microorganismos que forman los distintos órganos y sistemas de nuestro cuerpo.
En el aparato digestivo, y en mayor medida en el intestino, se concentra aproximadamente el 80 % de nuestras defensas, con más de 1.000 especies de bacterias beneficiosas.
El conjunto de bacterias que viven en el interior de nuestro organismo, es decir, nuestra microbiota, es individual y única para cada individuo.
Funciones de la microbiota:
-Función de barrera: Si la microbiota está sana, será más difícil la entrada de agentes patógenos a nuestro organismo. Si la barrera se altera, nuestro intestino se volverá más permeable y sensible a la colonización y penetración de patógenos.
-Función metabólica: Las bacterias se encargan de metabolizar los hidratos de carbono y las proteínas que no son digeridas en el tránsito digestivo. Esto les sirve de fuente de energía para sobrevivir.
-Síntesis de sustancias: En el proceso de metabolización de moléculas, las bacterias se encargan de darnos a cambio vitaminas (vitamina K2, vitamina B12, vitamina B8 y vitamina B2) ácidos grasos de cadena corta (Propionato, butirato y acetato) y aminoácidos esenciales (Leucina, valina, isoleucina).
-Modulación del sistema inmunitario: La mayor parte de las células inmunitarias que forman parte de nuestro organismo se encuentran en el intestino. Es muy importante que en el interior de este habiten bacterias buenas que nos protejan de agentes y patógenos perjudiciales. Si el intestino es permeable y no hay una buena barrera de defensa, cualquier antígeno podrá entrar de forma fácil a nuestro torrente sanguíneo.
-Regulación del sistema nervioso: Gracias a que se encargan de fabricar neurotransmisores, como la serotonina (la hormona de la felicidad) a través del triptófano. La dopamina (juega un gran papel en la actividad motora, la atención y la frecuencia cardiaca), y la melatonina (hormona reguladora del sueño, que se encuentra en niveles adecuados cuando la serotonina también lo está).
Factores que pueden afectar a nuestra microbiota:
Pero la estabilidad de la microbiota se puede ver afectada a lo largo de nuestra vida por diversos factores que pueden afectarle, como por ejemplo: La edad, el estrés crónico, la depresión, la mala alimentación, el sobrepeso y la obesidad, enfermedades autoinmunes, el consumo excesivo de edulcorantes y el consumo de fármacos (antibióticos, antiinflamatorios, corticoides, hormonas…).
Si nuestra microbiota se altera y se rompe el equilibrio, nuestro intestino entra en disbiosis, sin que las funciones que realiza se puedan llevar a cabo de manera correcta. Además, pueden aparecer enfermedades como sobrecrecimiento bacteriano (SIBO), síndrome de intestino irritable (SII), diarrea, estreñimiento, meteorismo, alergias e intolerancias alimentarias, diabetes tipo 2, obesidad, gastritis por infección de Helicobacter Pylori, sobrecrecimiento de Candida albicans…
Hábitos saludables para mantener nuestra microbiota
- Consumir alimentos ricos en fibra y proteína de calidad (pescado, huevo, carne blanca…), legumbres, verduras y frutas.
- Disminuir el consumo de ultraprocesados, harinas refinadas, azúcares, grasas trans.
- Realizar actividad física con regularidad: caminar, nadar, ejercicios de fuerza, bici, correr, baile…
- Evitar el consumo de bebidas alcohólicas y gaseosas.
- Beber agua, entre 1,5 y 2 litros al día.
- Comer despacio y masticar bien los alimentos antes de tragarlos.
- Evitar situaciones estresantes.
- Tener un buen hábito de descanso y sueño.
Autora: Lucía Reina Dietista-Nutricionista experta en patologías digestivas.