¿Qué sucede en el momento del diagnóstico de cáncer?

En la primera visita a tu oncólogo, puede que ya tengas falta de apetito y hayas pérdida peso de manera involuntaria. Esto quiere decir que estás en riesgo de desnutrición.

De hecho, entre un 40-80% personas con cáncer gastrointestinal, pancreático y cabeza y cuello presentan signos de deterioro nutricional. Además, se estima que entre el 10 y el 20% de los 1,3 millones de muertes por cáncer en la Unión Europea (2020) se atribuyen a la desnutrición. 

¿Qué significa estar desnutrido?

Tener un déficit de energía, proteína y otros nutrientes que causa efectos adversos en los tejidos, afectando la forma (tamaño, composición) y función de nuestro cuerpo, así como los resultados clínicos.

¿Por qué pasa esto?

En primer lugar, tenemos el propio tumor y su localización, que causa que nuestro metabolismo se altere. En segundo lugar, los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos (la cirugía, quimioterapia, radioterapia e inmunoterapia, la terapia hormonal, etc.) que pueden impedir la adecuada ingesta o absorción de nutrientes y, además, causar cambios negativos en nuestra composición corporal.

Por último, tenemos a la propia persona, la cual puede sentir emociones como el miedo, la tristeza o el dolor y verse afectada por los cambios de rutina (hospitalizaciones, consultas). Todo esto repercute en su ingesta habitual. Tanto el estado nutricional previo como los conocimientos dietéticos adquiridos antes de la enfermedad también pueden influenciar el tipo de alimentación que sigamos. Si, además, carecemos de apoyo social y/o familiar, se hace más difícil seguir una alimentación adecuada dada la situación.

¿Cómo te afecta?

Si nuestro cuerpo carece de los nutrientes que necesita para poder funcionar correctamente, puedes sentir fatiga, pérdida de fuerza por el deterioro muscular y todo esto contribuye a una menor independencia.

Durante el tratamiento, la desnutrición puede ocasionar que respondas peor al tratamiento, tengas más efectos secundarios y que tu sistema inmune se debilite, siendo más propenso a cualquier infección. En el caso de un ingreso en el hospital, es probable que permanezcas allí más tiempo y cada vez de forma más frecuente, recuperándote muy lentamente.

En resumidas cuentas, esto significa una menor calidad de vida y una mayor mortalidad.

¿Cómo te podemos ayudar?

Una vez tengas el diagnóstico, podemos trazar un plan juntos para que el tratamiento nutricional vaya paralelo con el tratamiento oncológico y contribuya a su éxito. Se trata de adelantar cómo pueden afectarte los distintos fármacos o cirugías propuestas y tener una serie de pautas dietéticas acordes tanto a ti como al tratamiento. Es decir, si sabemos que vas a cursar con pérdida del gusto y estreñimiento, te acompañaremos dándote consejos dietéticos y recetas que estimulen tanto tu paladar como tu tracto gastrointestinal. 

Si se trata de terapia hormonal, nos centraremos en cuidar tus huesos y tu corazón, en evitar cambios negativos en tu composición corporal u otros efectos secundarios desagradables, como los sofocos.

Por supuesto, también nos encargaremos de proporcionarte la tranquilidad necesaria a la hora de elegir los alimentos. Sabemos que circulan muchos mitos de los alimentos (¿puedo comer soja?, ¿los lácteos son malos?) que te privan de acudir a eventos sociales, te causan grandes trastornos y ponen en riesgo tu estado nutricional.

Sea cual sea tu caso, estamos aquí para ayudarte a paliar los efectos secundarios del tratamiento y a ganar calidad de vida. Nuestro objetivo es que te sientas bien y puedas disfrutar de la alimentación en cualquier etapa de la enfermedad.

Autora: Victoria Góngora Nutricionista experta en nutrición y cáncer.

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